LO QUE SE ROBÓ 2020...para ti, niña de ojos azules

Tolón, tolón, tolón, tolón... Los ojos vivarachos en la cara de ilusión de la pequeña, no quitaban la vista divertida de sus acompañantes que, con las manos ocupadas, engullían de una en una las uvas con más o menos prisa. Ella, reprendida levemente por el abuelo, las lanzaba a su boca sin dar tiempo a tragar, acumulando un considerable amasijo dulce y jugoso. Sería capaz de acabarlas todas a tiempo. ¡Ya tenía 6 años! Se las comería todas aunque le chorreara la huella del delito por las comisuras y pediría su deseo que, por supuesto, se cumpliría. Tolón...¡¡Feliz 2020!! El televisor como telón de fondo asistía a los primeros besos y abrazos del año. Las copas esperaban en la mesa, junto a los mantecados y turrones, ser chocadas brindando y deseando felicidad para el nuevo año. Cerró los ojos. Papá Noel había chivado a su mamá que ya no quedaban hermanitas en el almacén. ¿Qué podía desear más que un bebé de verdad solo para ella? Entonces pensó en su cumpleaños. Sus padres siempre le decían que era después de Navidad, después del día de Andalucía y después del Carnaval. Así que ya debía de faltar poco. Pediría una gran fiesta con todos sus amigos y muchos regalos. 

Era la Nochevieja de 2019. Las campanadas habían hecho su cometido y en cada hogar se recibía al 2020 sin poder ni siquiera imaginar lo que se nos venía encima. ¡Cuántos deseos hubiéramos cambiado en último instante si hubiésemos tenido una bola de cristal donde ver el futuro! Hasta Eugenia hubiera cambiado el suyo porque hay cosas más allá de lo superficial que un niño quiere desear sin ser apenas consciente de la realidad. Ese mismo día, el 31 de diciembre de 2019 en la ciudad China de Wuhan, era notificado por primera vez el nuevo Coronavirus o COVID 19, la recién nacida enfermedad que vendría a cambiar nuestro mundo. Un tsunami apenas incipiente que arrasaría por donde pasara arrastrando con él la vida de más de un millón de personas. Dos mil veinte. Doce letras. Una por cada uva que se nos ha ido atragantando. Una por cada mes que este año ladrón nos ha ido robando lo que le ha venido en gana. 

Se llevó la supremacía del ser humano, la creencia de que el ser inteligente domina el mundo mediante la ciencia. Ciencia que por ahora es un caballo que por más rápido que galopa no vislumbra la meta.  La naturaleza sigue siendo un gigante con vida propia. Indomable. 

Se llevó también la autoestima de un sistema sanitario del que presumíamos y que, muy a pesar del esfuerzo sobrehumano de sus trabajadores, corriendo riesgo día tras día en jornadas agotadoras física y emocionalmente, no ha sido suficiente esta vez; se nos ha quedado pequeño. Quedarán en nuestra memoria los aplausos a las ocho de la tarde para nuestros héroes de capas blancas y verdes pero quedarán también en el olvido para muchos irresponsables que a día de hoy tiran por la ventana lo conseguido. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y no, no hemos cambiado...

Por supuesto se llevó la educación, que arraigada en el pasado y con escasos recursos tecnológicos, tuvo que echar mano de sus también héroes, para reinventarse a sí misma siéndole imposible no dejar atrás al más pobre, al más necesitado. Nunca hubo tanta desigualdad. Ciencia, Sanidad y Educación. Tres talones de Aquiles que fueron ignorados por aquellos que gobiernan. Que no apostando por invertir empujaron además a tantos jóvenes y cerebros fuera de nuestras fronteras.

Año macabro que nos robó los besos, los abrazos, las caricias, los momentos de los amantes distanciados. Como diría Víctor Manuel en su bella canción: adónde irán los besos que guardamos, que no damos. Nos robó nuestro tesoro más preciado, la libertad, encerrándonos entre paredes lejos de amigos, familia, conocidos... Nos obligó a sentir la brisa a través de un trozo de tela, a respirar a través de ella. Robó las risas de los niños en el patio del colegio, en los parques y jardines. Cuando volvimos a escucharlos por las calles creímos asistir al final de un apocalipsis. Nunca un sonido fue tan hermoso y emotivo. Simbolizaba la esperada vuelta a disfrutar de los pequeños placeres de la vida: un paseo, una cerveza al sol, un concierto en directo, una tarde de compras, el atardecer en el campo, un baño en el mar...

Estúpido 2020 que robaste la fiesta de cumpleaños de Eugenia, su deseo de Navidad. La hiciste llorar con todo preparado: su tarta, su corona, sus regalos...Rompiste su inocencia a dos días de llegar al final de la cuenta atrás que recordaba cada día al despertar y la hiciste crecer de pronto entendiendo que la frustración forma parte de nuestra existencia.

El año 2020 se llevó nuestro tiempo pero a dos meses de despedirlo aun nos deparaba una sorpresa. La traca final de fiestas, la última puntada para completar su obra maestra. Te robó a TI. Nos demostró que la condición humana es estúpida y que todo lo anterior ni siquiera importaba. A TI, niña de ojos azules, que llevabas la luz en tu mirada, el corazón en tu pecho y la alegría en tu sonrisa. Que como todos en estos tiempos, vivías meses alejada de todo lo hermoso de la vida, que luchabas contra un monstruo al que, oh casualidad, la citada ciencia tampoco ha conseguido vencer. El despiadado año serenó el cielo de tus ojos para que ya no sufrieran por el dolor pero a sabiendas que ese dolor no desaparecería sino que se agarraría a las entrañas de las personas que se quedaron aquí, que confiaban en su guerrera. Te robó a TI, que soñabas con un futuro lleno de felicidad al lado de los amores de tu vida, los que la iluminaron estos últimos años y te hicieron creer en las nuevas oportunidades. Te robó con inquina, pervirtiendo el alma de aquellos que te querían que hoy se preguntan por qué. Por qué tú, por qué tan joven, por qué si ya habías sufrido tanto en la vida, por qué si el fruto de tu vientre no podrá retenerte en su memoria. Por qué, niña de ojos azules... Muchos dirán que Dios te ha llevado porque lo hace con los mejores o para que le hicieras compañía a tu madre. ¡Y una mierda! Allá donde se halle, ella también está llorando.

Tolón, tolón, tolón, tolón... Hoy han vuelto a sonar las campanas pero esta vez ha sido para decirte adiós para siempre. Tendríamos que odiarte, año maldito, pero hasta ahí has sido un traidor porque no podremos hacerlo ni olvidarte jamás. Robaste vida pero también la trajiste en forma de nuestro pequeño milagro que duerme en la cuna. Le devolviste a una niña la ilusión que había perdido. Papá Noel al fin la escuchó y le regaló una hermanita. Esa a la que tú, niña de ojos azules, ansiabas conocer, achuchar y arrullar. Para la que preparaste con ilusión un vestido rosa de lunares que hoy cuelga en el armario recordándonos lo efímera que es la vida. Ese pequeño milagro que pudo llegar a nuestras vidas gracias a los ángeles que lo cuidaban desde antes de nacer. Ese que ahora tiene un ángel más que lo mira desde arriba. Un ángel de grandes ojos azules...

En tu memoria, Ana.

Granada, 30 de octubre de 2020

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